3/5/10

Paradigma digital, ¿qué se viene?

Internet no solo cambió la forma que tenemos de trabajar, de comunicarnos, de recibir información, de divertirnos. Cambió también nuestra forma pensar, percibir e interpretar lo que nos rodea. Pero ¿hasta qué punto? y ¿en qué se nota? Algunas reflexiones:

Podemos ver las cosas como nunca antes (por ejemplo, ver la punta de Machu Pichu en un Google Map).

Lo multimedial reemplaza lo lineal: podemos ver imágenes, oír y leer todo junto. Podemos mirar una película histórica e inmediatamente contextualizar los hechos en Wikipedia. Sí: no tendremos garantía de rigor analítico, pero rápidamente obtendremos las coordenadas de la época. Y si queremos profundizar después en el tema, ¡por supuesto que podemos!

Internet hace más posible que las ideas se promuevan (incluso si quien impulsa la idea no tiene él mismo chances básicas para hacerlo). Basta tener un un blog o espacio en Facebook: recientemente, un adolescente porteño logró reunir 30 mil personas para reclamar contra la designación del escritor Abel Posse como ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, y algo influyó en su destitución casi inmediatamente posterior. Es decir: no hace falta acceder a círculos selectos ni tener mucho dinero para lograr impacto en la opinión pública o instalar un proyecto.

Internet nos obliga a la precisión: cada vez es más importante hacer la pregunta (o la búsqueda) correcta para obtener lo que se quiere.

La distancia entre obligaciones y entretenimiento es cada vez menor. Hacemos de todo todo el tiempo: abrimos un documento, en el medio chequeamos qué mensaje nuevo recibimos, mientras tanto miramos la portada del diario y nos tentamos con ver un video, volvemos al documento, nos ponemos música, reenviamos un mail...
Lo bueno, si breve...: los contenidos se fragmentan cada vez más: no álbumes enteros, sino canciones; no diarios, sino tweets; no libros enteros, capítulos.

Cae la importancia de los nombres propios: no importa tanto quién habla, no importa tanto la idea de autor primero, de autor-fuente. Y además tendemos a valorar más las versiones que la verdad; tendemos a creer más en lo subjetivo que en lo supuestamente objetivo.

Estas son algunas notas de lo que puede registrarse como tendencia en nuestro comportamiento. Pero quedan muchas preguntas sobre los cambios de conducta y formas de pensar que puedan darse con el tiempo, como por ejemplo:
¿Nos desacostumbraremos a mantener la atención largo rato? ¿Nos costará profundizar en las ideas y solo tendremos conceptos muy generales, y poco analíticas, de las cuestiones? ¿Tendremos, en contrapartida, una actitud más activa, curiosa, participativa? Es decir, ¿seremos más ávidos intelectualmente... pero también más superficiales?

Si bien con los nuevos medios de comunicación se pierde el contacto cara a cara, ¿se verán beneficiadas las relaciones entre las personas por la posibilidad de vincularse por afinidades (gustos, hobbies, orígenes, etc.) de un modo más natural y fluido que antes? ¿Nos enriqueceremos al establecer relaciones más pares (que equilibren la fuente o el autor de la información con aquellos que la reciben)? ¿Nos aportará el ejercicio de recibir una constante feedback a nuestros textos, audios, videos publicados para mejorarlos?
¿Seremos más generosos y compartiremos la información que tenemos porque encontraremos un beneficio (sea por el bienestar personal o por las ganas de tener buena reputación por Internet)? ¿O la falta de contacto nos volverá más individualistas o insensibles? ¿Nos jugará a favor que tanto quede registrado en la web, hoy ya nuestra gran memoria colectiva?

Fuente: Editorial libros en red 

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